Mi blog.

Dentro de muchos años entraré aquí y será mi particular baúl (digital) de los recuerdos (no digitales).

domingo, 8 de junio de 2014

Ella. Fin.

Solía despertarse con la sonrisa en las comisuras y unas cuantas esperanzas enredadas en el pelo. Sonreía a los madrugones y se levantaba de la cama de un salto. La vida era tan bonita que prefería vivir a dormir. ¿Para qué sirven los sueños cuando eres feliz al despertar?


Llevaba los ojos brillantes de ilusión y la inocencia aún en la boca. Repetía vaqueros los jueves y se reía a carcajadas desde el lunes a las 6:30 de la mañana. No estaba feliz, era feliz. Y lo que es peor, se sabía feliz.

Ahora despierta sin ganas y retrasa el despertador varias veces antes de salir de la cama. Tiene pesadillas, pero las prefiere a despertar. Duerme con edredón aunque es verano porque añora sus abrazos. Se arrastra entre las sábanas y toma dos sorbos de desayuno obligándose a ingerir algo, por poco que sea. Cada despertar supone volver a darse cuenta de que la vida no es un mal sueño. Sus peores pesadillas se han hecho realidad y ni siquiera le tiene ya para refugiarse. 

Lleva los ojos brillantes (de lágrimas) y la tristeza todavía en los labios. Cuando se mira al espejo se ve ojerosa y triste. Coge lo primero que encuentra en el armario y ha dado a los pobres el que antes fue su vestido favorito. Repite pensamientos los jueves y se le saltan las lágrimas desde el lunes a las 9:30 de la mañana. No está triste, es tristeza. Y lo que es peor, lo sabe.

Pero pasa la rutina y la cotidianidad de sus mañanas le permite seguir adelante. Se refugia en los libros, donde ni pesadillas ni realidades pueden atacarla. Se refugia en cualquier persona que se ponga a tiro. Está inundada de sentimientos y teme ser incapaz de salir a flote. Toda su vida preocupada por no ser capaz de sentir suficiente y ahora se ahoga en recuerdos y emociones.

Le han dicho que es fuerte tantas veces a lo largo de su vida que se lo terminó creyendo. Y ahora esta chica fuerte no sabe cómo seguir.


Lleva sin llorar lo que a ella le parece una eternidad. Se está obligando a ser fuerte y, aunque sólo han sido 4 días ( 96 horas), siente que lleva meses esforzándose en no caer. Quiere caer. Quiere dejarse arrasar. Quiere olvidarse del mundo tanto como el mundo parece olvidar su tristeza. Pero cree que es fuerte, y se obliga a serlo.

Se odia, a veces. Y pensamientos de todo lo que pudo ser y no fue la inundan. Busca culpables y los encuentra en sus silencios. Le duele el pasado como al hombre al que le arrancan una flecha para que se le pueda curar la herida. Ha perdido su rutina. Ha perdido el rumbo. Le han extirpado unos recuerdos, la posibilidad de repetir esos recuerdos y ni siquiera los nudos en la garganta son capaces de parar las lágrimas.

Le odia, a veces. (Al menos lo intenta). Para seguir adelante se obliga a recordar los malos momentos. Se obliga a aceptar que la vida no era tan rosa ni su futuro tan negro. Le duele el futuro como al anciano que acaba de perder a su mujer y sabe que su salud aún le dará 20 años de vida sin ella. Le duele despertar y recordar. Le duele estar feliz y recordar. Le duele recordar. Le duele imaginar el futuro. Le duelen los ojos que no saben de dónde sacar más lágrimas que verter. Le duele el pasado irrepetible. 

Le duele físicamente el corazón, le pesan los párpados y todo el optimismo del que hizo acopio en el pasado sólo es capaz de hacer que quiera pasar el tiempo. Mucho y muy rápido. Que pase el tiempo necesario para volver a despertar sonriendo. Para recuperar las ganas de desayunar. Para recuperar el brillo de ilusión en los ojos. Sigue queriendo, aunque intenta no hacerlo. No quiere querer. Quiere que pase el tiempo y sea capaz de volver a querer. De volver a querer querer. 

Le aterra plantearse siquiera la posibilidad de una vida marcada (por el pasado). Se pregunta cuándo se borrarán los recuerdos. Cuándo dejarán de doler las heridas. Cuándo se aligerará el peso del pasado. Cuándo le olvidará. (Y se prohíbe pensar que puede que no le olvide jamás). 

Cuándo volverá a ser feliz.



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